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¿Por qué los partidos políticos han perdido la confianza de la gente?

31 de agosto de 2021
Erik Jurado

Erik Jurado

Regidor del ayuntamiento en Hgo. del Parral
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Los partidos políticos son el recurso de las democracias modernas para promover la disputa del poder entre los grupos que componen  la sociedad. La creación y sostenimiento de partidos, históricamente, ha sido diferente para cada región del mundo.

Con regularidad los partidos sostienen posturas específicas o generales sobre cómo llevar las decisiones de gobierno, variando entre el conservadurismo y las posiciones revolucionarias o de cambio.

Los partidos, como figura de un sistema,  son promotores del cambio social o el mantenimiento del status quo. Las agrupaciones políticas tienen el objeto último de enarbolar las visiones de los diferentes grupos sobre como maniobrar el poder.

Lo anteriormente dicho se enuncia desde un razonamiento deóntico, sobre lo que deberían de ser los partidos políticos.

En la práctica los partidos han perdido esa connotación, y se han supeditado a ser organizaciones lejanas a las necesidades y visiones de la gente, para convertirse en simples plataformas del cambio de poder.

Aunque efectivamente el cambio en la posesión del poder, o la alternancia es algo deseable en la democracia, esto se debe acompañar de propuestas de mejora social para que esto funcione.

De manera clara los partidos han perdido su postura y su vigilancia hacia el ejercicio del gobierno, y se han llenado de personajes o grupos políticos que simplemente buscan conformar equipos para gobernar, buscando el beneficio del equipo y ya.

Los partidos, entonces, no gozan de credibilidad porque están lejos de las necesidades y problemas de la gente.

Si no fuera poco, los partidos han perdido la cohesión interna, entonces no hay una dinámica de respeto hacia los integrantes, porque no existen valores y objetivos que unifiquen posturas.

Son grupos sin una visión colectiva y sin el compromiso de fortalecimiento interno. Aunque la disputa interna es deseable pues es un mecanismo de procurar el mejor comportamiento de los grupos, la disputa se da en un marco que deja de lado la ética política y el seguimiento y vigilancia de estatutos o reglamentos.

En suma esa condición ha llevado a la gente a una posición de distanciamiento con el quehacer y búsqueda de los partidos, lo que se convierte en una espiral viciosa, pues entre más desconfianza existe para con las organizaciones que buscan el poder, más se descuidan las organizaciones y más se enquistan los grupos de poder, entre menos cuidemos la integridad de los partidos más se corrompen y más se acentúan los vicios que hoy conocemos.

El secreto está en reconocer el valor de los partidos y no despreciarlos, contrario a ello, rescatarlos y promover la participación desde ellos, pero en un ánimo de seriedad y nueva vinculación social. Rescatar los partidos, para rescatar la democracia y la vida pública.

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