Erik jurado

De mi padre y tíos aprendí que la política es un espacio en el que la palabra es sumamente importante, pues si no existe peso en el dicho, no existirá esperanza ni rectitud en el hecho, que la política se ejerce con valores y una visión clara del lugar al que quieres llegar y apego al cumplimiento de las necesidades colectivas.

Me tocó crecer entre personas, entre políticos que añoraban un México mejor, tenían búsquedas honestas. Desde pequeño observé la pasión con la que el ingeniero Avitia discutía temas políticos con el corazón y los valores por delante, incluso en medio de la cena era una plataforma perfecta para analizar la realidad social en una servilleta, vi a Beto Gutiérrez, padre e hijo, buscando la profundidad de la vida social entre pláticas honestas, siempre con un discurso bondadoso y propositivo.

A mi padre lo observé articulando discursos de alto calado, con ideas alentadoras para un mejor futuro, un futuro para sus hijos. Le vi defender a ultranza su credo político, el de una patria mejor para todos, lo observé ayudar sin distinción a quienes lo necesitaron y aprendí de el, la importancia que tiene la vida pública y el involucrarse en acciones colectivas. Siempre vi en mi padre la rectitud en los actos.

Observé a mi tío Miguel poner en peligro su vida en varias ocasiones y en varias campañas o en el ejercicio de la actividad política, siempre por un mejor mañana, lo vi soportar el escarnio y las criticas infundadas de muchas personas que mucho especulan y poco entienden, pero siempre firme pues le movía el amor por el país. Nunca ha perdido la pasión por sus sueños.

Luis me enseñó a ser aguerrido y convencido de tus creencias.

Incluso a lo lejos, desde discursos y en los noticieros vi a los políticos que defendieron sus causas con rectitud de actos y luchas sostenidas.

Algo cambió.

La nueva clase política no es honesta en sus búsquedas, y generalmente son tan pobres que se limitan al desarrollo económico de su propia persona, son pocos los que conservan una búsqueda social y que realmente la viven. Los políticos de ahora se suben a curules y olvidan las causas de su pueblo o de quienes colaboraron para ayudarles a ascender. Los políticos de hoy llegan a las presidencias a buscar contratos para sus amigos y planear la siguiente campaña económica. Los políticos de ahora mienten una y otra vez y han desgastado las siglas institucionales de los partidos, nadie cree en los partidos por que no existe el garante de las figuras que den certidumbre. Son pocos los hombres de bien, claro que existen.

Hoy no puedes convencer a nadie desde un partido porque están vencidas las figuras por los hechos de las personas. Hemos caída en un escenario muy complicado en el que se quiere creer en las personas, en el político, no en la institución, pero también son los políticos de ahora los que vencieron el discurso institucional.

La encrucijada es clara hay escases de comprometidos con las ideas, comprometidos con las causas, comprometidos con las personas, pero es muy complicado diferenciarlos. Los políticos cambiaron, y la política cambió. Son muchos los que usan a las personas en la búsqueda de fines poco loables.

El reto es superponerse a esta condición e impulsar a personas buenas al gobierno, a personas que ayuden a reconfigurar a los partidos, a personas que crean en un mejor mañana posible, pero que además trabajen por él, no por metas limítrofes.

Una nueva generación de políticos y la reconstrucción de confianza en los partidos, ese es el reto.