Lic. Héctor Chávez

El COVID ha causado estragos por todos los rincones del planeta, por lo cuál ya no tiene caso invocar los datos estadísticos de la situación. Mucho menos las complicaciones económicas que ha traído para la gente. Infinidad de gente sin empleo, infinidad de empresas quebrando o por quebrar, es un desastre.

Estamos en un momento tan crucial en el que cualquier ciudadano busca que, si de perdido no le dan, al menos no le quiten. Los gobiernos sufren para recaudar en un sistema social hecho para que nadie deje de trabajar, que la maquinaria de vez en cuando se le de una enaceitada pero siempre funcionando. Los sistemas de salud requieren de mucho efectivo y más cuando no hay mucha investigación en el país. En el pasado había fideicomisos, pero no había mucha investigación. Los recursos llegaban sin muchas mediciones. La falta de innovación de las diferentes ramas que en este caso es salud, hace que cualquier adecuación a los hospitales salga carísima. Toda la tecnología es extranjera y hay que pagar a lo que no la quieran vender. En un momento en que la demanda supera con creces la posible oferta. Por ende y como resultado los precios suben, por los cielos. Es nada más recordar cuanto valían los cubre bocas cuando recién empezó la pandemia (ahora muchos se dedican a su fabricación y venta) los precios bajaron. Las vacunas para COVID-19 le van a costar a México $35 mil millones de pesos. El equivalente al costo de darle la pensión de los adultos mayores que actualmente se ofrece, a 2.3 millones de personas más por un año. Es un gasto exorbitante.

Infinidad de gente cada vez más cercana a nuestro circulo social vemos que se enferma. Cada vez tenemos más gente conocida que ha fallecido. Por otro lado, vemos que las corona-fiestas siguen, las aglomeraciones en los días de venta de cerveza igual pero mientras unos pierden por no trabajar, otros tienen nuevas oportunidades, aunque sea de forma ilegal (venta clandestina de cerveza). Dos mundos tan diferentes, pero con personas en común. Personas que van e infectan a los que están resguardados en sus hogares.

En estas condiciones que describo, los políticos han tenido que innovar, diferentes formas de darse a conocer entre la ciudadanía; reuniones por: Zoom, google meet, etc; meterle bastante dinero al Facebook para dar a conocer las paginas a la gente, siempre cuidando los actos anticipados de campaña, que, aunque casi todo mundo conoce sobre las leyes electorales, nadie sabe con certeza que se puede hacer y que no. La ley es tan ambigua y tan cambiante que cada campaña es muy diferente. Entrevistas en radio, tv, periódicos; Reuniones con sana distancia y poca gente. Muchas y muy frecuentes reuniones. Algunos políticos contagiados. Pareciera que a ellos no les pasará nada, no se les nota el miedo a la infección, pero NO, ya va un Diputado Federal, hasta un Senador que fallecen a causa del COVID-19, inclusive un alcalde recién electo en Hidalgo sufrió los estragos mortales de este virus, entre otros más. Todos somos de carne, hueso y tenemos las mismas vulnerabilidades.

En Estados Unidos con los candidatos a la Presidencia, igual hemos visto de todo, desde Trump con COVID queriendo seguir en campaña y en debates, no se ni como (la gente que conozco que se ha enfermado con síntomas, no se puede ni moverse del dolor y del cansancio). Biden igual por todo EUA. Los dos han hecho eventos con multitudes de vehículos tipo auto cinema, gente con sana distancia, pero últimamente cuando el contagio va en ascendencia y ya se ve cerca el final de la campaña, hasta actos multitudinarios hacen, como si no existiera el virus. ¿Al final de cuentas, son el país que mas gente infectada tiene (9 millones de personas) ya para que se preocupan? ¿Y la ética?