Erik Jurado

En su afamada obra; “Homo Videns” el politólogo italiano Giovanni Sartori realiza un análisis a detalle sobre cómo se dio una mutación de la esfera política a partir de la aparición de la televisión, y como es que ese invento tecnológico influye fuertemente en la creación de percepción dirigiéndose a uno de los principales aspectos de captación del mundo; la vista.

En Su texto el analista de la política, sostiene que la exposición de imágenes en la gente reduce la actitud crítica, por ende la televisión se convierte en un medio indiscutible frente a los ciudadanos.

En su disertación, Sartori argumenta que el internet y otros medios no remplazaran en mucho tiempo a la televisión, pues es una tecnología que no requiere de preparación técnica ninguna y que vuelve accesible los contenidos a la gente sin ninguna dificultad.

Sartori no alcanzó a visualizar el impacto de los smartphones en nuestros días, ni la facilidad de su operación y por ende el acceso al internet y sobre todo las redes sociales.

La inclusión de los teléfonos inteligentes en la vida humana ha traído cambios sustanciales en diferentes aspectos de la vida personal y publica. Hemos cambiado nuestra forma de comunicarnos, de socializar, de mantener relaciones, de estudiar, de trabajar, etc.

La política ha evidenciado cambios importantes tras la aparición de la tecnología móvil. La forma de participar en política ha cambiado diametralmente. Hoy la participación de la gente es remota. 

Aunque hemos visto casos emblemáticos en los que los teléfonos y las redes sociales han favorecido la organización de la gente para conseguir cambios importantes, en su mayoría las redes sociales generan el sentimiento de estar participando en los problemas públicos, pero en realidad nada se ha hecho.

Las redes sociales están saturadas de opinadores. Gente que googlea un problema y se genera una opinión superficial, pero suficiente para dar una aportación en Facebook o algún otro espacio de opinión.

De esta manera el ciudadano promedio percibe estar participando de la vida publica, pues al dar su postura frente al usos y legalización de sustancias, a la reforma en torno al aborto o la eutanasia, generan la creencia de estar participando en la toma de las decisiones.

Mientras crecen los foros de debate o los opinadores se incrementan en redes, decrecen las organizaciones civiles y los voluntarios.

Cada vez hay menos interés por formar parte de un grupo que resuelva algo. No hay quien se ocupe de los indigentes, que busque soluciones para el analfabetismo, que lidere grupos de para mitigar los estragos contra la naturaleza, aun y cuando compartan día y noche videos en sus espacios virtuales.

La tecnología nos ha llevado a una inactividad con aires de sabiduría y soberbia. Las nuevas generaciones están imbuidas en su percepción subjetiva de estar corrigiendo el mundo que les heredaron, aunque no haya hecho realmente nada.

La pregunta clave aquí es ¿cómo volver a una política de actividad y no solo de opinión?