José Guadalupe Rocha Esparza

Cansáronse las Ranas de vivir en la República, y tanto clamaron, que Júpiter les dio el autoritarismo que solicitaban. Dadnos, decía el pueblo de la charca, un régimen de tiranía absolutista, y el rey de los Dioses envióles una voraz grulla, que incontinenti comenzó a atrapar y engullir súbditos a su antojo en un reservorio opresivo, carente de libertad y autonomía. 

Las Ranas volvieron a lamentarse. Pero Júpiter les contestó: Basta ya de veleidades. Debieron conservar el primer gobierno y puesto que aquél no lo quisieron, aguanten ahora a éste, a menos que quieran otro peor. Las Ranas saltaron al agua, escondiéndose temblorosas en el fango, llenas de pánico en el estanque, pasando mil apuros ante el mismísimo diablo. 

La Ranas sobrevivientes empezaron a celebrar juntas y reuniones. La Rana decana dijo que cuanto antes había que poner a la gruiforme ave un cascabel en una de sus largas patas para oírla venir y meterse al embalse. A todas las pareció excelente. Una dijo: no me arriesgo. Replicaba la otra: no me atrevo. Y sin hacer nada, disolvióse la asamblea. Nadie hizo nada.