Entre política popular y la pérdida del rumbo.
19 de octubre de 2021
Erik Jurado
Regidor del ayuntamiento en Hgo. del Parral
La cantidad de problemas que tiene un país son insondables. Es imposible enumerar el tipo de casos a los que se tendrá que enfrentar un gobernante en las sociedades de nuestro tiempo. Problemas económicos, de salud mental y física, de desarrollo urbano, de resolución de conflictos sociales, etc. Y sin ninguna duda ante este tipo de escenarios lo más congruente es poner al frente de las decisiones colectivas a una persona agradable y sonriente.
Es imposible leer lo anterior y no sentir una bofetada intelectual, una especie de sacudida en la cabeza, pero paradójicamente es lo que la sociedad actual y los votantes hacen.
Hemos llevado a la política al ridículo. Buscamos políticos que tengan un canal en youtube, que sepan bailar, cuenten buenos chistes o estén dispuestos a hacer cualquier ridículo en el periodo de campaña, pero nos parecen despreciables los perfiles preparados y fogueados en el ambiente público.
El votante se deja influir por aquellos personajes atractivos sin una visión de la tarea del gobierno, eso genera un estancamiento muy especial. Los partidos políticos están plagados de artistas, influencers, vedets y otros tantos personajes que sin duda llaman la atención pero no generan propuestas de nivel.
La política si necesita de individuos con formación, improvisar perfiles que aprenderán (en el mejor de los casos) durante su encargo será un lastre para el cambio de cualquier país.
El votante promedio debe vencer su necesidad de ver políticos bonitos en posiciones donde nada podrán hacer.
La brújula del voto ciudadano debe cambiar, empezar nuevamente a buscar hombres y mujeres de Estado, con visión de desarrollo y estrategias claras sobre como liderar los cambios.
Además los ciudadanos debemos ser menos permisivos y ya no permitir las fallas en el trabajo de los funcionarios, ser más duros con ellos y menos condescendientes. Pues no hay nada peor que los ciudadanos aplaudidores, que no exigen a los gobernantes hagan su trabajo y simulan no haber visto sus excesos, disfrazarlos o justificarlos.
La realidad es que el país necesita una clase política más profesional, con mayor ética política y sin la necesidad de divertir a la gente, pues los políticos y el gobierno no es para eso. Solo teniendo a la cabeza personas con visión será posible para la sociedad avizorar el rumbo que está perdido hace ya varios años, la política y los políticos no tendrían por que ser divertidos, eses es probablemente una de las grandes distorsiones de nuestro tiempo.