Hay un monstruo entre nosotros: La cruda realidad de la violencia sexual
7 de enero de 2021

Lic. Aylín Selene Urquiza Gómez
Licenciada en derecho. Trabaja por su cuenta, asesora jurídica de tiempo completo en el despacho Porras Urquiza

Cada semana entro en el dilema de qué escribir, qué compartir con las personas lectoras, que pueda cautivar su atención. He compartido un poco de todo aquello que me apasiona, con la intención de que cada vez seamos más personas quienes padezcamos la misma locura.
Sin embargo, en esta ocasión, quiero hablarles de un problema grave, que se encuentra tan velado en nuestra sociedad, que hablar de esto, es aún un tema incómodo para muchas personas.
Hace poco, mientras mantenía una plática con dos buenas amigas y colegas de mi época universitaria, recordamos algunas anécdotas y experiencias que, en el momento, pasamos desapercibidas, o incluso, hasta las justificamos, sin darle la importancia que merecían, sin saber – a pesar de estar estudiando derecho- que eran violencia sexual.
Es muy impactante darte cuenta que aquello que normalizaste, era violencia, y que, en el momento, no pudiste identificarla. Que aquél roce accidental, aquella caricia disimulada, aquella broma en doble sentido, era una muestra de una intención, que, aunque velada, estaba ahí.
Lo más difícil de toda esta situación, es lidiar con el hecho de que hablar de esto, te puede traer como consecuencia que te llamen exagerada; y es por esta razón que, en plena actualidad, aún es difícil de hablar de la violencia sexual. Habrá personas que pensaran que alarmarte por “bromas inocentes” o “tocamientos accidentales”, te hace paranoica, pero no es así.
Por años, este tipo de conductas se han realizado entre amistades, en las áreas de trabajo, en oficinas gubernamentales, en aulas e instituciones educativas, y nunca se les ha brindado la atención que requieren. Se ha normalizado a tal grado en que las propias mujeres justificamos estas conductas, y peor aún, las toleramos como si no se trataran de una invasión al espacio personal, no solo físico, sino también moral.
Nos han acorralado y nos han enfrentado a los albures, y el problema no ha sido solo tener que aguantarlos, sino que caer en ellos nos convierta en unas “tontas inocentes”, o bien, reconocerlos, en unas “libertinas atrevidas”.
Tal vez, en este punto, usted apreciable persona lectora, puede estar pensando que lo que le comparto es alarmismo, pero quiero que se detenga a recapitular un poco.
Si usted es mujer, piense en si alguna ocasión ha sido mirada de forma lasciva, si alguna vez ha recibido un piropo incomodo, o bien, alguna vez ha sido víctima de un albur o chiste en doble sentido. Vayamos un poco más allá, piense en si alguna vez alguien la ha tocado en la calle, en el transporte público o hasta en la escuela o en su trabajo.
Si usted es hombre, piense en si su hija, hermana, madre, su pareja o sus amigas han tenido que enfrentar estas o algunas otras situaciones similares. Piense, en si alguna de ellas ha tenido la confianza de contarle.
Sin embargo, esto no lo es todo en el amplio abanico de actos que atentan contra la dignidad, integridad y sexualidad de la mujer. Allá afuera, hay cientos de mujeres y niñas que han sufrido las peores vejaciones, y ellas tampoco han tenido la fuerza y la confianza de revelar el hecho.
Lamentablemente, México ocupa el primer lugar en el ámbito mundial en abuso sexual infantil, según cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
En este país que se niega a brindar educación sexual integral, que se aferra a aprobar el PIN parental, y que relega y vulnera a las víctimas de violencia sexual que se atreven a denunciar, una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños sufre violación antes de cumplir la mayoría de edad, según datos del 2019, proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
Y como si estas cifras fueran poco, la situación de la pandemia y el aislamiento en casa, han venido a agravar la situación, colocando a cientos de personas a merced de abusadores conocidos, de esos que habitan en la misma casa, y duermen en la misma habitación.
Y todo esto, se calla; todas estas cifras, se esconden. Peor aún, como sociedad, nos negamos aceptar que esta realidad sucede, y que un gran porcentaje de la población, la padece.
Pero, aunque hagamos todos los esfuerzos por ocultarla, la realidad siempre ve la luz, y emerge mostrándonos un panorama tan cruel que, una vez que lo miras, es imposible borrarlo de tu mente. Eso lo sé bien, porque desde la primera vez que conocí y acompañé a una víctima de abuso sexual, mi vida no volvió a ser la misma; desde ese día, me di cuenta que entre nosotras y nosotros existe un monstruo, que está atento y listo para atacar a cualquiera.
Así, aunque parece un tema asilado, que vive lejos de nuestro contexto, es grave saber que 6 de cada 10 mujeres, en algún punto de su vida, ha sufrido violencia sexual, y que hablar de todo esto, sigue incomodando.

La Expresión Continúa...

