LA MUJER SIN MIEDO
26 de noviembre de 2020

Lic. Aylín Selene Urquiza Gómez
Licenciada en derecho. Trabaja por su cuenta, asesora jurídica de tiempo completo en el despacho Porras Urquiza

No faltará quien piense que tenemos miedo de subir de peso, que las canas se nos noten o que las arrugas sean evidentes; ojalá estos fueran nuestros miedos. Ojalá nuestro miedo no fuera el no llegar a vernos nunca frente al espejo con las marcas del tiempo por haber sido asesinadas jóvenes.
Nuestros miedos son más complejos. Diario enfrentamos el temor a la muerte; a que esta llegue de manera violenta, agresiva y brutal, a tal grado que nos deje irreconocibles; tememos que la muerte llegue en manos de quien amamos, de quien confiamos, o peor aún, de un completo desconocido.
Enfrentamos el terror de que nuestro cuerpo sea usado, como si fuera objeto de consumo para el placer personal de alguien que, sin respeto y sin escrúpulos, un día decida tomarnos, como si fuéramos pertenencia, como si fuéramos susceptibles de propiedad privada. Que sacie sus “instintos” de macho, de depredador, y nosotras, seamos una simple carnada, la presa perfecta para un animal hambriento.
Padecemos el pánico de no llegar a casa, de no volver a ver a nuestra familia. De que tenga que salir nuestra madre a denunciar nuestra desaparición, y que nuestro padre, deba colgar carteles buscándonos. Vivimos con la incertidumbre de que alguna de nosotras sea la siguiente, de que encuentren solo nuestro cuerpo, o peor aún, ni si quiera lo encuentren.
Tenemos miedo de estudiar una carrera, de tener una profesión, prepararnos, obtener una excelente oportunidad laboral, y que demeriten nuestro esfuerzo; que digan que por ser la amante de alguien poderoso hemos llegado hasta ahí, como si la lucha diaria por alcanzar el éxito, fuera algo imposible para las mujeres.
Vivimos en la vulnerabilidad, ante la franca amenaza de que, en la calle, en la escuela, en el bar, o hasta en nuestra casa seamos víctimas, pues para violentarnos, cualquier lugar es perfecto.
Desde pequeñas nos enseñan a cuidarnos, a que no provoquemos al agresor, a que no le miremos a los ojos para no incitarlo, a que usemos ropa que nos cubra, a que no hablemos fuerte, que no riamos carcajadas, que no llamemos la atención. Desde niñas sabemos que hay algo que nos amenaza, que hay alguien que en cualquier momento nos puede hacer daño.
Pero entonces ¿qué pasa cuando una de nosotras deja de temer? ¿qué pasa cuando una de nosotras es la mujer sin miedo? ¡Se rompen las cadenas! Ya nada la ata. Es libre para exigir que todas las demás mujeres puedan sentir la misma seguridad. La mujer sin miedo grita, corre y empuja, nada ni nadie la detiene.
La mujer sin miedo, se convierte entonces en el terror del agresor, del feminicida, pues bien, lo dijo Eduardo Galeano “al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”.
Y es así, como se avecina la horda de mujeres sin miedo, que sin tener nada que perder, están dispuestas a dar todo, porque el miedo, no vuelva a ser una palabra usada por ninguna otra mujer.
Sepan las nacidas, y las que están por nacer, que nacimos para vencer, no para ser vencidas.
En honor a Okani, sobreviviente; Camila, niña víctima; Rubí, víctima; y Marisela, inspiración.


La Expresión Continúa...

