Melecio Corral Solis

El joven Mañira apuraba el lento caminar  de su abuela que lo acompañaba en aquel escabroso camino rodeado por ambos lados de grandes peñascos grisaseos. El sol ya declinaba, las nubes grises saturaban el cielo azul y el aire frío taladraba el rostro de los caminantes anunciando una pronta nevada, nevada que con su manto blanco cubriría el verdor de los pinales de aquel solitario paisaje. 

De pronto  el grito desgarrador de la sexagenaria hizo eco en ambas laderas, el joven Mañira miro asustado a todos lados, dió la media vuelta y no daba crédito a la escena encarnizada que vivía su abuela, pues más de diez hombrecitos cavernícolas vestidos con pieles y portando armas rústicas atacaban a la anciana y a jirones le arrancaban sus extremidades para luego comérselas.

Ante esta cruel escena vista a cierta distancia, Mañira anonadado y estupefacto optó por pedir ayuda, corrió camino adelante cruzando arroyos y ascendiendo cerros hasta llegar con las sombras de la noche a la aldea mientras atrás  los Cocoyomes terminaban su festín y ascendían a sus guaridas.

El Capitán Ramirez  que hacía recorridos de vigilancia cada año a estas tierras   desde la Villa de Sinaloa, afortunadamente se encontraba en Baborigame y por órdenes del Tenientasgo de San Juan Nepomuceno organizó un buen contingente de voluntarios y guiados por Mañira regresaron dos días después bien armados al lugar del siniestro.

La estrategia del astuto Capitán inicio en esa  madrugada fría de invierno, cuando las  plumas de nieve caían en aquel paradisíaco lugar, y los voluntarios agasapados entre los tascates  esperaban anciosos la orden de ataque.El Capitán Ramirez tomó  la cabeza de la anciana degollada, la  amarró en la punta de un palo seco , la levantó y con ella empezó a provocar a los Cocoyomes.

Engañados los Cocoyomes creyendo que el Capitán estaba solo, comenzaron a descender sigilosos  de los altos peñascos, rodeando al provocador y cuando se disponían a atacarlo aparecieron los voluntarios que  los superaban en número y se hizo la gran batalla desigual saliendo triunfantes  El Capitán y los voluntarios   cómo era de esperarse. 

La orden era exterminar a los Cocoyomes  por completo y desde la raíz, pues ya tenían  muchas quejas sobre sus actos de barbarie canivalesca y sobre todo con los niños. El Capitán y sus voluntarios ascendieron la falda del cerro, siguiendo las pequeñas huellas marcadas en la nieve,  encontraron la guarida dónde... niños y mujeres murieron asfixiados   y tatemados como animales por las llamas que ardían en la entrada de la cueva.

Eran los últimos Cocoyomes y ahí terminaron mutilados y calcinados,  los primeros que habitaron estas tierras mucho antes que los Tarahumaras y Tepehuanes, pero sus costumbres y actos de barbarie no fueron bien visitas por la llegada de otros grupos étnicos, mucho menos bien vistas  por los primeros españoles que pisaron estás tierras en las primeras décadas del siglo XVII.

El Capitán Ramirez regresó a Sinaloa cubriéndose de honores portando la cabeza del último Cocoyome como estandarte. Mientras Mañira sepultaba entre lágrimas  la única parte del cuerpo que dejaban los Cocoyomes cada que comían carne humana, la cabeza. La tranquilidad reinó por mucho tiempo en la sierra y los caminos se hicieron más seguros, mientras en varios peñascos elevados y de difícil acceso  aún quedan las casitas de aterrado como evidencia clara de la supervivencia de los Cocoyomes.

Quiza el abuelo se refería a ellos cuando nos decía en forma constante para educarnos ¡Cuidado con el Coco! Que anda rondando por ahí y se comen a los niños que no se portan bien.

Pero...¿Se habrán exterminado todos los Cocoyomes? Pues muchos aseguran haberlos visto por ahí. ¿Será?

Esto es: "Lo que la gente cuenta"

El Mele