Erik Jurado

La democracia es un sistema político que parte de varios supuestos; uno de los más importantes es que el poder corrompe al gobernante y que después de cierto tiempo, el gobierno debe mutar para evitar excesos en las decisiones desde el poder.

Para el sistema democrático no hay gobierno tan bueno que no necesite deponerse después de cierto tiempo, abriendo el espacio a nuevos liderazgos.

Aquí en Parral vemos con claridad un ejemplo de lo que este principio alude.

Los gobernantes independientes, ahora teñidos de naranja necesitan de urgencia un cambio, pues ya los ojos se han nublado y sus egos no caben en sus cuerpos.

Cuando inicia el gobierno independiente se respiraba un aire de renovación frente a las propuestas de los partidos. Un independiente fuer para mucha gente y en su justo momento la forma de restar poder a los grupos internos de todos los partidos y traer al escenario una nueva figura que prometía progreso y trabajo para la gente.

Con el tiempo se volvió evidente que el poder descompuso ese aire de esperanza dándole un tufillo de descomposición. Desde el gobierno independiente se ha atemorizado a la ciudadanía, se les ha extorsionado pecuniariamente, se les ha traicionado al falsear su propia voz y adherirse a la franquicia de partidos, ya el discurso de los partidos corruptos quedó atrás, para superponerse a un discurso del partido salvador de la vida pública.

Un caso claro sobre lo que puede hacer el poder está en el maltrato político y humano que sucedió hacia uno de sus miembros más destacados; el profe Parga. Ese gesto de desdén no lo había visto yo nunca en la política local o nacional, al menos no en esas dimensiones. Eso habla en mucho de la soberbia por la que atraviesan los líderes del movimiento naranja y el poco respeto hacia la integridad de su propia gente, no se cuestione por los demás.

La violación de la confianza, reglamentos y leyes es una expresión más de como se ha desvirtuado el proyecto, el líder del movimiento desentendido de los problemas de la gente y en una búsqueda exagerada, a la que todos sabemos no tiene acceso, pero el en sus relaciones estatales ha perdido el foco inicial, la razón por la que incursionó en política, y ahora está perdido en una búsqueda imposible, que a la ciudadanía resulta inútil. Lozoya quiere ser gobernador del Estado, pero lo deseo no como quiso la presidencia, hoy obedece a intereses políticos y fuertemente económicos. Sus seguidores quieren seguir estando en el círculo de poder y lo que al ciudadano conviene es dar un giro al carrusel y dar oportunidad de sanear la visión y volver a los orígenes.

Los independientes naranjas no quieren un cambio, pero lo necesitan.