¡Marisela vive, la lucha sigue!
24 de diciembre de 2020
Lic. Aylín Selene Urquiza Gómez
Licenciada en derecho. Trabaja por su cuenta, asesora jurídica de tiempo completo en el despacho Porras Urquiza
Se han cumplido 10 años desde aquél 16 de diciembre de 2010, en el que, irónicamente, a las afueras del Palacio de Gobierno, asesinaran a Marisela Escobedo, por el simple hecho de ser madre, de ser víctima, de ser ignorada y de exigir justicia.
A una década de aquel suceso que estremeció a la sociedad chihuahuense, sigue doliendo como si hubiera sucedido ayer, y es que, el asesinato de Marisela no fue suficiente para que la justicia se hiciera realidad.
Este año, la memoria le hizo honores, y gracias a un extraordinario documental, revivimos la lucha emprendida por Marisela, y el dolor en el cual sobrevivió sus últimos años.
Y es que, no es para menos, la idea de perder una hija o un hijo, es algo que, sin duda, debe atemorizar a madres y padres en general. El solo hecho de pensar en que al ser a quien le diste vida, de pronto la pierda, es algo que a más de un padre o madre debe dejar sin sueño. Pero imaginemos que la vida le es arrebatada a tu pequeña hija, de tan solo 16 años, quien ha vivido con alguien de quien desconfías.
Imaginemos la desesperación que sintió Marisela, cuando de pronto, un día no supo más de su hija, de su Rubí; que su pareja simplemente diga que desapareció, que no dejó rastro, y que se empeñe en culpabilizarla. Pongámonos en el lugar de Marisela, quien, con sus propios medios, tuvo que investigar y buscar hasta en el rincón más inhóspito a su hija, para solo encontrar restos.
No conforme con esto, usar sus recursos, y buscar al responsable de tan atroz feminicidio; estar en riesgo constante, no tener apoyo de las autoridades, enfrentar amenazas e intimidaciones, sentir como el peligro la acechaba a ella y a su familia, y, aun así, no desistir.
Detengámonos un momento a pensar, que sentía Marisela, cada mañana al salir de su casa y caminar hasta las inmediaciones de la Fiscalía, protestando, gritando, y exigiendo que el Gobierno, por una sola vez, hiciera las cosas bien.
Ella ya había puesto todo para que la justicia le sirviera un poco de la paz que necesitaba; había encontrado los restos de su hija, al responsable de su muerte, había recabado las pruebas necesarias, y aun así, y a pesar de tener la confesión del feminicida, dejarlo libre, por cuestiones técnicas y de proceso.
¿Qué sentirían ustedes? Porque yo lo único que puedo identificar es un sentimiento de rabia, de ira, de impotencia.
La justicia no llegó para Marisela, y no llegaría nunca.
Después de esto, continuar, y tener la suficiente valentía y rebeldía para protestar a las afueras de Palacio de Gobierno. Día tras día, sin gritar, sin hacer, sin decir nada; una manifestación pacífica, donde su sola presencia, incomodaba a las elites que se esforzaban por manifestar que “el cielo, bendecía chihuahua”.
Imaginen por favor, el pavor que sintió Marisela aquella noche, quien se disponía a retirarse una vez más, y ver como se acercaba quien daría fin a su vida. La desesperación por correr por sobrevivir, no por temor a morir, sino porque con su muerte, no habría quien luchara por Rubí.
Sientan la frustración de correr hasta la puerta del Palacio donde despachaba quien tenía que proveerle seguridad y justicia, y de pronto, sentir como la bala salía disparada hacia su cuerpo. Caer ante los guardias, ante la gente, ante las cámaras que captaron a detalle, la noche en que intentaron callar a Marisela.
Y es que, si su miedo era que al morir ella no habría quien luchara por su memoria, estaba equivocada. Con su muerte, la lucha siguió, y al día de hoy no para.
Ayer se cumplieron 10 años desde que nos fue arrebatada la inspiración de muchas, y aunque las situaciones no permitieran el homenaje que se merece, la recordamos y continuamos en la batalla, porque ni ella, ni Rubí, ni las demás sean olvidadas.
Lo triste de todo esto, es que, como Marisela, hay muchas madres buscadoras en México, y no de cuerpos, sino de justicia.
En Tijuana, en Sonora, en Michoacán, en Guerrero, y en otros muchos estados más, hay decenas de mujeres que día con día salen desde el alba y hasta el ocaso a buscar a sus hijas e hijos, o los restos que queden de ellas y ellos. Y lo lamentable, es que son ellas quienes les encuentran, sin ayuda de las autoridades, sin auxilio del gobierno.
Marisela, y todas esas madres buscadoras, luchadoras y activistas, viven en los corazones de muchas, quienes nos hemos unido a esta lucha, y de la cual, no descansaremos hasta que no nos falte ni una.
Esto es para usted, Marisela, por su valentía y su enorme amor de madre.
Para usted, Miriam Rodríguez, por no olvidar a su hija y encarcelar a sus asesinos. Su memoria sigue viva en nosotras.
Y para usted, Margarita López, porque a pesar de vivir la desesperación en carne propia de perder una hija, continúa apoyando a todas y todos quienes le necesitan. Maguie, que la vida le alcance una eternidad.