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OxyContin: la semilla del desastre que abrió la puerta al fentanilo

11 de junio de 2025
Héctor Chávez

Héctor Chávez

Editorialistas Libres de Parral
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Durante años, la familia Sackler fue conocida por sus millonarias donaciones a museos, universidades y centros culturales, construyendo así una imagen de generosidad y compromiso social. Pero detrás de esta fachada filantrópica se esconden los verdaderos arquitectos de una de las crisis más devastadoras de salud pública en la historia reciente de Estados Unidos, impulsada por su farmacéutica Purdue Pharma.

El origen de esta tragedia se remonta a 1996, cuando Purdue Pharma introdujo al mercado el OxyContin, un potente analgésico opioide diseñado para tratar dolores intensos y crónicos. Desde su lanzamiento, este medicamento se presentó ante médicos y pacientes como una solución casi milagrosa, capaz de aliviar cualquier tipo de dolor con un supuesto riesgo de adicción de "menos del 1%". Pero esta afirmación no era más que una peligrosa mentira diseñada meticulosamente por la compañía.

Internamente, Purdue Pharma sabía perfectamente que el OxyContin tenía un potencial de adicción alarmantemente alto. Documentos internos revelaron cómo directivos y científicos estaban plenamente conscientes de los riesgos, pero decidieron ocultarlos deliberadamente para maximizar las ventas. A través de corrupción y presiones indebidas sobre la FDA (Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos), la empresa consiguió una aprobación acelerada e irresponsable que permitió comercializar el fármaco bajo falsas promesas de seguridad.

Con el respaldo de una agresiva campaña publicitaria y estrategias comerciales engañosas, Purdue Pharma dirigió sus esfuerzos especialmente hacia médicos generales y clínicas de atención primaria. Con premios, incentivos y mensajes engañosos, convencieron a miles de médicos para que recetaran OxyContin para dolores leves o moderados, desde una lesión de espalda hasta un simple dolor de muelas. Esta práctica irresponsable provocó que millones de personas comunes, desde adolescentes hasta personas mayores, quedaran atrapadas en una espiral mortal de adicción sin siquiera darse cuenta.

La consecuencia inmediata fue devastadora: familias enteras destruidas, comunidades rurales y urbanas arrasadas por la violencia y la desesperación generada por la epidemia de adicciones. Según cifras oficiales, entre 1999 y 2019, cerca de 500,000 estadounidenses murieron debido a sobredosis relacionadas con opioides, siendo el OxyContin uno de los principales detonantes.

Pero quizás lo más indignante de esta tragedia es la impunidad con la que han operado los Sackler. Durante décadas, esta poderosa familia ha financiado generosamente campañas políticas tanto de republicanos como demócratas, asegurándose protección a todos los niveles del sistema político y judicial estadounidense. Gracias a esta red de influencia, hasta ahora ningún miembro de la familia Sackler ha enfrentado consecuencias penales reales por su papel en esta catástrofe sanitaria.

Incluso frente a múltiples demandas civiles y una creciente presión pública, los Sackler han utilizado astutas maniobras legales para evitar tocar su inmensa fortuna personal. Su estrategia consiste en negociar acuerdos judiciales en los que aceptan pagar sumas relativamente pequeñas comparadas con los daños causados, usando los ingresos futuros de las ventas continuas de sus medicamentos para cubrir estas compensaciones. En otras palabras, han diseñado un esquema perverso en el que las víctimas y sus familias reciben una compensación financiada directamente por la venta del mismo producto que causó el daño original.

Cuando finalmente el acceso a las recetas de OxyContin comenzó a restringirse debido a las crecientes denuncias y regulaciones más estrictas, millones de adictos ya dependientes de opioides buscaron desesperadamente alternativas más accesibles en el mercado ilegal. Primero recurrieron a la heroína, más barata y fácil de obtener, y posteriormente al fentanilo, un opioide sintético extremadamente potente y mortal que ha provocado una nueva y aún más devastadora fase de la epidemia.

En medio de esta crisis, la postura del gobierno estadounidense resulta hipócrita y peligrosa. Las autoridades han decidido culpar públicamente a otros países, incluyendo especialmente a México, por la crisis del fentanilo, ignorando por completo que fue la irresponsabilidad y avaricia de una farmacéutica estadounidense, protegida y respaldada por su propio sistema político, la verdadera responsable de crear esta enorme demanda interna.

La familia Sackler simboliza lo más oscuro del capitalismo descontrolado, donde la riqueza y el poder pueden comprar inmunidad y proteger a los culpables mientras las víctimas sufren en silencio. Es fundamental entender esta realidad y exigir justicia verdadera, que obligue a quienes causaron esta crisis a asumir su responsabilidad plenamente.

Para comprender a fondo el alcance humano de esta tragedia, te recomiendo ver la miniserie 'Dopesick', disponible en Disney+. Esta serie es un poderoso recordatorio de cómo la avaricia corporativa puede arrasar vidas enteras mientras los responsables permanecen impunes, protegidos por un sistema diseñado para defender sus intereses económicos por encima del bienestar de las personas.

La Expresión Continúa...

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