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Nos volvemos débiles

7 de marzo de 2023
Irvin Omaet Alemán Hernández.

Irvin Omaet Alemán Hernández.

Editorialistas Libres deParral
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Nos volvemos débiles. Esta no es sino una advertencia que debería de ser tomada muy en serio. Dependiendo de la edad que tenga, o mejor dicho, de la generación en la que haya nacido, usted podrá estar en mayor o menor acuerdo con lo que digo. Sin embargo, hay un hecho innegable que le voy a plantear: si usted está leyendo esto, es prácticamente seguro que jamás ha tenido que luchar contra un animal salvaje por su vida. También es altamente probable que no haya tenido que cazar su comida por motivo de hambruna sino deportivo o que nunca ha tenido que hacer una jornada laboral de veinte horas en una fábrica cuyo herramental y materia prima lo maten poco a poco, es también casi seguro que usted nunca se ha visto forzado/a a tomar la vida de alguna otra persona. ¿A qué quiero llegar con esto? Hablando de nosotros como cultura, hoy en día tenemos una vida mucho más cómoda (materialmente) que todos nuestros antepasados. Cualquier rey antiguo o poderoso general habría dado su brazo por vivir cinco minutos su estilo de vida. Así pues, es de notar que cada vez tenemos menos carencias, que la hambruna poco a poco va en descenso por el mundo, que estamos cada vez más conectados y que las oportunidades se vuelven cada vez mayores. Sin embargo, a pesar de que las posibilidades para el ser humano tienden al infinito, podemos notar que poco a poco estamos dejando de funcionar para lo que el uso rudo refiere. Piense por un instante, hoy en día es muy común escuchar mensajes como que “está bien ser débil” o cosas como “está bien llorar, está bien ser sensible” etc. No me malinterpreten, por favor, no digo que llorar sea incorrecto, pero creo que esta clase de mensajes debería de entregarse con sumo cuidado, puesto que se puede prestar para lo peor. Permítanme expresarme mejor, yo pienso que específicamente el mensaje de “está bien ser débil” es incorrecto, está bien tener debilidades, pero ser débil es una condición indigna del ser humano, y no me refiero a debilidad física, por favor, me refiero a la debilidad de espíritu. Nos encontramos en una sociedad adormecida que cada vez más se inclina por una convivencia que evite la competencia, que evite la comparación, el conflicto o el desacuerdo, todo para proteger los sentimientos de todo el mundo. Muchas de estas tendencias nacieron con una intención noble, como las anteriormente mencionadas, el ejemplo del llanto, por ejemplo, nació hace no muchos años como una manera de liberar a los hombres de este peso machista que se cernía sobre ellos y les impedía expresar sus sentimientos de tristeza, coraje o impotencia, de la manera adecuada; y vaya que es necesario, el no hacerlo únicamente produce personas que no saben lidiar con sus emociones y que actúan de manera violenta para sublimar sus arranques de ira o su tristeza. El detalle es que hoy en día se está comenzando a trastornar esta clase de mensajes y se inclinan hacia el extremo contrario, si bien no es incorrecto llorar, si bien esto no es signo de debilidad y aunque lo fuere, tener debilidades no está mal, yo pienso que tenemos que permitir que las personas experimenten también el caso de no poder expresar sus sentimientos de la manera que quisieran por lo menos de vez en cuando. ¿Y por qué diría yo tal sandez? Pues muy simple, el hecho de que existan cosas que usted no le agraden, que desearía no hacer o que preferiría que no existieran, está bien; pero el hecho de que usted no pueda vivir con todo eso, le hace un/a inepto/a, le hace una persona débil en exceso; y desgraciadamente, el mundo no está hecho para la gente débil de espíritu. Hoy en día, en las escuelas primarias se tiene prohibido reprobar alumnos, comparar notas de unos con otros es mal visto y hay montones de niños que debieron haber reprobado pero que pasan de año únicamente porque es incorrecto hacerles sentir que fracasaron; bueno, casi todos estos niños arrastran dichos problemas académicos hasta la secundaria y/o la preparatoria para terminar reprobando el año. En el peor de los casos un niño en tal situación llegará a la universidad únicamente para toparse con la realidad, que el mundo no es un lugar que se preocupe por no hacerte sentir mal, que en la carrera universitaria o en el trabajo no se aceptan excusas y simplemente se le descarta si usted no cumple con los requisitos. Es por todo esto que ser débil es indigno del ser humano, tenemos un potencial infinito que se desaprovecha cada vez que ponemos excusas para no mejorar. Según un dicho popular “si te caes, te levantas” quizá el levantarse no es garantía de alcanzar la meta, pero el quedarse tirado y lamiéndose las heridas sí es una garantía de que no la alcanzará nunca. Cuando yo era niño, mi papá siempre dijo que llorar no estaba mal, pero también me dijo que desde el punto de vista pragmático, era completamente inútil, básicamente lo que decía es “llora, por supuesto que puedes llorar, pero no te limites sólo a eso, levántate y haz lo que se tenga que hacer”. Llorar sirve de algo, sirve para expresar de mejor manera lo que usted tenga dentro, pero llorar no le resolverá ningún problema, no puede quedarse sólo con el llanto como una manera de vivir, debe de ir más allá si quiere tener resultados diferentes. En resumen, usted no tiene por qué aguantar todas las cosas malas que suceden en la vida, usted puede pedir que nadie le ofenda nunca y puede escoger encerrarse en una burbuja y huir de todo conflicto, pero no lo podrá hacer por siempre ni estará 100% seguro/a todo el tiempo. Sin embargo, le recomendaría exponerse a las situaciones difíciles de poco en poco a manera de preparación para cuando inevitablemente reciba un revés por parte de la vida.

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