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Crónica:

13 de Enero 2021

¿Y Ahora Quien me Quita esto?

Entrevista con el esposado de la calle Honduras.

Libre pero cautivo. Abandonado a su suerte en vía pública clama por su liberación.

Ya sin esposas, sigue enganchado, ahora en la búsqueda de su cartera, teléfono y ropa que se llevaron sus captores itinerantes. 

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¿Y Ahora quien me quita esto?...Libre pero preso en su propio cuerpo. Un hombre fue esposado por militares y dejado en vía publica, a la deriva,. Durante más de una hora pidió ayuda; ¡nadie le hizo caso! Cuando finalmente quedo desatado, siguió enganchado a la sensación de los amarres en sus muñecas y de la suela de la bota del soldado en la cara. así, emprende la búsqueda de su cartera y celular que se llevó el ejército.

Eran como las cuatro de la tarde de un martes que parecía igual a cualquier otro día. Nada pasaba en la calle Honduras, los residentes de la vecindad que se ubica en el 21 de esa arteria estaban en casa, entraban y salían.

La calma se rompió con la precipitada presencia de un sujeto que a toda prisa se introdujo a la vecindad. Estaba tenso y alterado, su respiración era agitada. Se introdujo como si fuera uno más, pero no era así. Era un total desconocido. ¡esas cosas pasan! Aunque no es normal, pensó el señor Hernández quien acababa de llegar de su trabajo y reparaba su bicicleta.

¡Estaba equivocado!, ¡no era normal! tras de sí, llegaron otros, persiguiéndolo, de vestimenta militar y tras ellos vehículos del ejército.

Entraron a buscarlo, rompieron vidrios de ventanas, forzaron puertas y finalmente lo capturaron. - ¡yo lo vi todo!, Fue como una película. Lo sacaron esposado al patio, aquí, -señala con su dedo índice el sitio exacto-. Lo tumbaron y lo golpearon muy feo.

¡Pero oiga, onde me iba a pasar a mi también! Se metieron a todas las casas, no me explico ¡aquí vive pura gente humilde! No tenían porque hacer eso, además, el que perseguían no vive aquí.

¡Se metieron también a mi casa! me trataron igual que al perseguido. Me esposaron, como si fuera un extraño que llego a ocultarme a casa ajena, pero, ¡yo vivo aquí!  Luego, me sacaron al patio, me tumbaron y uno me piso la cara con su bota, además de advertirme que no me moviera porque ¡me iba ir gacho!

No conforme con eso, me quitaron mi cartera, el teléfono, la chamarra y hasta una sudadera, ¡no me devolvieron nada! Todo se llevaron.

Después otro, le dijo; - ¡ya vámonos! - ¿y con este que hacemos? -Ahí déjalo, - ¿así esposado? -si así déjalo… -¡y eso hicieron oiga!, describe el señor Hernández mientras permanece con las manos inmovilizadas por unas esposas, desesperado, en espera de que alguien lo libere.

Me dejaron ahí, esposado a la buena de Dios. Se fueron todos, ni siquiera me dejaron custodia, ¡me les olvide! ¿y ahora quien me quita las esto? así me quede unos instantes.

Mi esposa llego y me intento ayudar. Primero llamamos a la policía municipal y les pidió ayuda. Les dijo que estaba atrapado, aquí en plena calle, afuera de mi propia casa. Transfirieron la llamada a la ministerial –policía-, ahí, una mujer contesto y antes de que termináramos de explicarle, ¡colgó!

Tres veces le hable a seguridad pública –dice la cónyuge- les pedía que vinieran para que le quitaran las esposas y no quisieron. pero nos dieron el número del “cuartel”, mi hijo hablo y es la misma, no han venido.

¡Oiga mi esposo tiene que trabajar, tiene que hacer unas cosas para entregar! Pero no les interesa. Esta gente –los militares- solo vienen aquí a alterar el orden.

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Insistimos a la Policía Municipal, hablamos, pero igual dijeron que ni podían venir y yo seguía aquí oiga, detenido, en mi propio cuerpo. Libre pero preso. Sin poder moverme y sin nadie que me ayude.

Todos los militares se movieron junto con el detenido. Se lo llevaron a esa bodega -a unos treinta metros de del lugar-. Luego hubo mucho movimiento, la gente pasaba y nomas me veía. Yo aquí sigo, esperando, ¡detenido en vía publica!, ¡nomas por no hacer nada!

Paso casi una hora para cuando se acercó un policía. Parece que era de la ministerial, él se compadeció y abrió las esposas, era uno de los del operativo. No era militar, pero saco una llave y al fin ¡libre!

Aunque ni tanto, aún está enganchado. Uno de los militares se llevó su cartera y también el teléfono. Tiene en sus muñecas la sensación de las esposas y en su cara siente aun la suela de la bota del soldado. Aun así, empezó el viacrucis que espera lo lleve a la devolución de sus pertenencias. - ¡he llamado varias veces, sonaba, pero ya lo apagaron… ¿y ahora qué hago? ¡Me dicen que vaya a derechos humanos! - ¿Esta historia continuara?       

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