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Entrevista:

20 de Agosto del 2022

Enrique, El hombre al que le cortaron “las cuerdas del retorno”

Fue rescatado en un tiro de mina a 90 metros de la superficie.

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“Me cortaron las cuerdas con las que descendí a la mina, por eso me tuvieron que rescatar los bomberos, pero, ¡de cualquier manera hubiera salido solo! no sería la primera vez, dice Enrique, el hombre que fue rescatado de una profundidad de noventa metros.

Era el inicio de la tarde de un lunes como cualquier otro, pero era diferente, los bomberos y la cruz roja se preparaban para el rescate. Los protocolos de ayuda empezaron desde el momento en que el compañero de Enrique dio aviso a los cuerpos de emergencia en su búsqueda de ayuda.

El cuidador del campo de beisbol centenario habitualmente hace exploraciones en las minas abandonadas de la zona. Ese día hizo otra incursión, ahora en las inmediaciones de la colonia Che Guevara. No era la primera vez, le gusta meterse a los tiros de mina abandonados, se sustrae de la realidad, aunque sea por unas horas y de paso busca algo de metal para ayudarse económicamente.

Ese lunes la historia no fue la misma, siempre que entraba a ese agujero, ataba unas cuerdas para poder descender y su amigo lo esperaba arriba. Para la maniobra se aseguraba a los lasos y después de cinco metros se afianzaba en un tubo que está instalado desde que se explotaba la mina, eso facilita su descenso.

Alguien, que no pudo señalar en identidad, ese día decidió hacerle una broma pesada, ¡le cortaron las cuerdas del retorno! Estas cayeron hasta el fondo y fue cuando se dio cuenta que estaba en problemas.

Enrique Ignacio Terrazas Esparza dice no haber sentido miedo y hasta asegura que había podido realizar el ascenso el solo, de alguna u otra manera.

¡El morro -como se refiere a su compañero de andanzas- fue el que se paniqueo! Vio que estaba abajo y sin cuerdas y pidió ayuda. Fueron pocas horas, pero durante ese tiempo, estuvo al pendiente, me hizo llegar agua y comida, los bajo con ayuda de unos flejes que estaban entre la basura que pulula alrededor, pero de cualquier forma dice, ¡fueron cuatro horas en la obscuridad!

Enrique paso en un abrir y cerrar de ojos a la fama como el aventurero del tiro de la mina abandonada. Enrique al que le cortaron las cuerdas del retorno. Son 90 metros de profundidad y de ahí en adelante túneles, así es uno de los pasadizos de esa mina abandonada. Abajo hay varias ramificaciones y le gusta explorarlos. Hay tres salidas, se conectan entre sí, señalando con el dedo apuntando al horizonte para ubicar a cada una, a lo lejos se alcanzan a observar las oquedades.

No se puede recorrer mucho, son minas viejas y el material se ha estado cayendo en los túneles, están bloqueados, no se recorre mucho.

¡me gusta estar ahí, me siento diferente, por eso bajo, no es la primera vez que lo hago! Acepta que busca minerales para ayudarse y al tiempo aclara que, en este tiro, donde quedó atrapado por más de 4 horas, no tiene nada, desciende solo por la aventura de hacerlo.

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¡la primera vez que bajé, sentí algo de miedo, pero está bien la aventura! No improvisa, se protege con un casco minero y lleva además otros objetos en una mochila que carga a la espalda, entre las que se cuenta una indispensable lampara.

Enrique Ignacio vive para contarla, estuvo durante mas de cuatro horas en un hoyo a noventa metros de la superficie; ¡nadie me aventó, solo me metí, si me hubiera caído estuviera fracturado! Dice mostrándose completo un día después del rescate.

Su aventura provocó una movilización de rescatistas, policía y medios de comunicación, se trasmitía en vivo el rescate. Enrique, reflexiona y agradece el despliegue que se hizo para traerlo de nuevo a la superficie de la tierra.

Reconoce la valentía de los bomberos; ¡uno de ellos, Rafita, fue el que entro, me dio gusto escucharlo, me preguntaba si estaba bien, luego se acerco y me dio su arnés. él se quedó sin nada allá abajo, antes de subirme le enviaron otro para reforzar mi ascenso, ¡tengo agradecimiento para él y en general con todos los que se preocuparon por sacarme!

- ¿lo volvería a hacer? - ¡por supuesto! Responde sin titubear, asegura que no tuvo miedo, aunque reconoce que no sabe si bajara otra vez porque su familia se preocupó. ¡Mis tres hijos y esposa me cuestionaron porque lo hice, estaban incomodos conmigo!

¡A mi me gusta la adrenalina! Por eso lo hago y por conocer allá abajo, dice que ya ha descendido en otros tiros de mina, en Santa Barbara y en los otros que se conectan con el que fue rescatado.

Luego, reflexivo, hace una pausa y sabe que su odisea fue un ejemplo, quizá negativo para la población en general y lo enmienda con una recomendación para otros, ¡les diría que no se arriesguen! Acepta que hay peligro en los descensos, riesgos y sin equipo aún más.

En el dialogo vuelve a aparecer esa dualidad emocional que inspira bajar nuevamente, lo quiere hacer, pero no quiere dejar intranquila a la familia… y reafirma;

¡Pero de cualquier manera hubiera salido solo, con más riesgos, pero lo conseguiría!

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