Erik Jurado

“que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé en el 1510 y en el 2000 también” inicia el tango el maestro Enrique Santos Discepolo y sigue: “pero que el siglo 20 es un despliegue de maldad insolente, ya no hay quien lo niegue, vivimos revolcaos en un merengue, y en mismo lodo todos manoseados”

Creo, que nada relata mejor nuestra posición moral y describe mejor nuestro tiempo, ese tiempo en el que fortalece a un partido tener a sus líderes en la cárcel, o donde vale lo mismo el esfuerzo por educar o promover un bien social, que simplemente ser demagogo. Hoy tenemos un ex rector universitario que ganaba millones y nunca dio clases ni promovió el conocimiento, un zángano de la política que nunca ha trabajado, pero se ostenta con la moralidad que camina, así de contradictorio es nuestro tiempo, pero sabe por qué existe esto, amigo lector; porque lo permitimos, lo aprobamos y hasta lo celebramos.

Tenemos en nuestras manos una herramientas supero poderosa; la democracia. Misma que se acuño en sangre y guerra, pero que hoy no sabemos apreciar, hemos entregado la política al dinero, y usted ha de saber que con mucha regularidad el dinero y las grandes fortunas no se construyen en las buenas practicas, ni fomentando la virtud.

La política urge de una nueva moralidad, de un cambio de paradigma y una ruptura con los modelos que nos hemos formado. Ya no se sostienen dichos populares que fundamentan nuestra cultura social y política como; “el que no tranza, no avanza” “primero mis dientes, luego mis parientes” “político pobre es un pobre político” pues este juego de ideas son el origen de la decadencia y el declive.

Es posible, e incluso deseable admitir que una forma de política diferente es posible y comenzar a configurar liderazgos con otro tipo de características, fundamentada principalmente en una visión de colectividad y equidad social.

La política de nuestro tiempo es la más pueril e insignificante de toda la historia, hemos entrado en lo que Giovanni Pappini denominó la Paidocracia, o el poder en lo infantil.

Nuestros líderes con regularidad no están pensando en el bien común y popular, solo resuenan en sus palabras los asensos de sus vidas políticas y su vida a través del erario, por sueldo o corruptela, la política de nuestro tiempo es la de los actores, los youtubers e incluso las vedets.

Las ideas se han simplificado tanto, para que todos las puedan comprender. Eso sin duda des configura el rumbo y tuerce los renglones, la política debe cobrar un nuevo ascenso y debemos premiar a aquellos que logren generar cosas, aunque no las entendamos del todo, dejar atrás esas acciones que nada resuelven, pero funcionan para las fotos y comenzar a premiar a aquel que genera trabajos o se asocia para impactar en la sociedad, el votante debe comenzar a observar lo que aparentemente es invisible, pero que tiene raíces más profundas.

El reto de nuestro tiempo no es de los lideres, es del elector, ¿Logrará el elector madurar? Esa es la gran interrogante.