Lo que no se dice...
27 de octubre de 2025


GUACHOCHI.- Lo ocurrido este sábado en la noche en Guachochi es un reclamo para todos. En que momentos los delincuentes se volvieron la monarquía que impone su ley en este país y en que momento los elegidos en las urnas se declararon incompetentes en funciones.
CIFRAS. - Catorce personas, todos integrantes de la sociedad civil tocados por la guadaña de la delincuencia ha ocasionado que siete personas estén muertas y otro número similar se debata entre la vida y la muerte.
RECUENTO. - Aunque estén en la comunidad, la autoridad nunca ha estado para el pueblo. Lo ocurrido en Guachochi la noche del sábado no fue un episodio aislado, fue la enésima toma del pueblo por los grupos criminales que operan a placer en la sierra. Una vez más, los habitantes quedaron atrapados entre las ráfagas de fuego y el silencio cómplice de quienes, se supone, deberían protegerlos.
ESFUERZO. - En esa tierra serrana habitan ciudadanos de bien, trabajadores, maestros, familias enteras que han resistido el abandono. Pero también, ahí conviven delincuentes que se confunden entre la población y, lo más grave, autoridades que se esconden tras el membrete del poder, del uniforme o del discurso hueco.
REVELACION. - La noche de la tragedia, los cuerpos de seguridad —municipales, estatales y federales— fueron simples espectadores de ocasión. No es la primera vez que ocurre. Llega el Ejército, llegan refuerzos, posan para la foto, instalan retenes temporales y se van. Pero los que no se van, los que nunca se retiran, son los criminales. Ellos sí permanecen, ellos sí imponen su ley.
SANGRE. - La cuota de sangre de este último atentado es brutal: catorce personas afectadas, siete de ellas asesinadas, entre las víctimas un maestro, Luis Ever Cruz Palma, y su familia. Un docente que simboliza lo que hoy está en juego en la sierra: la vida, la educación, la esperanza misma.
PREGUNTAS. - Tras el recuento de los daños y aun con el olor a pólvora e impunidad en el ambiente, la pregunta se mantiene; ¿Hasta cuándo se va a tolerar esta realidad?, ¿Qué tiene que pasar para que la autoridad entienda que está perdiendo la batalla?
Las fuerzas del mal han rebasado a las del Estado, y eso ya no es pesimismo, es simple constatación de los hechos.
MIEDO. - La sierra es la muestra más cruda de un Estado fallido, donde la ley es una sombra y el miedo es la única certeza. ¿Quién puede culpar a los padres que hoy no quieren mandar a sus hijos a la escuela? ¿Quién puede castigar a un maestro que teme ir a dar clases sabiendo que la delincuencia tiene carta blanca? ¿Quién defiende a estos pueblos olvidados de la 4T, del gobierno estatal y del municipio, cuando más los necesitan?
DUDAS. - La respuesta es dura, pero evidente: nadie.
Porque en Guachochi —como en muchas regiones de Chihuahua— el Estado no está. Solo quedan los pobladores, con su miedo, su dignidad y su dolor. Y mientras los gobiernos sigan enviando discursos en lugar de seguridad, seguiremos contando muertos y enterrando esperanzas.

Desde la Rumorosa…
PROFECIA. - Las autoridades encargadas de la seguridad en Chihuahua parecen operar bajo el modelo del “pago por evento”. Solo aparecen cuando ya hubo muertos, cuando el escándalo estalla o cuando los videos de las balaceras circulan en redes sociales. Antes de eso, no existen.
PRESENCIA. - Mientras tanto, los que sí están —día y noche— son los otros: los que mandan, los que deciden quién pasa, quién vive y quién muere. Los delincuentes.
HISTORIA. - En el municipio de Guadalupe y Calvo, la realidad supera cualquier declaración oficial. Los caminos están vigilados, sí, pero no por la Guardia Nacional ni por la Secretaría de Seguridad Pública, sino por grupos armados que han hecho suya la sierra. Instalan retenes, piden identificaciones, interrogan a los viajeros y revisan vehículos con la misma autoridad —o más— que cualquier corporación.
INDEFENSOS. - El Estado, por su parte, brilla por su ausencia. Y lo más grave: los grupos criminales ya no solo controlan el territorio, ahora también manejan la narrativa. Difunden sus comunicados, se graban repartiendo despensas, presumen “acciones de gobierno” en redes sociales, y lo hacen con total impunidad. En la práctica, se han convertido en un poder paralelo que administra, castiga, premia y decide.
REAL. - El gobierno lo permite. O peor aún: lo ignora. Mientras tanto, los pueblos de la sierra sobreviven entre el miedo y la resignación. Los maestros, los campesinos, los comerciantes, viven bajo la lógica del “no te metas”, “no digas nada”, “no mires”.
AUSENTES. - ¿Dónde está la autoridad legítima? ¿Dónde están las instituciones que presumen “cobertura estatal”?
Porque en la sierra —como en muchas otras zonas del país— la soberanía es solo una palabra en el papel. En los hechos, el poder lo ejercen los que portan las armas y los que imponen el silencio.
PRESENCIA. - Hoy, la seguridad pública se ha convertido en un servicio eventual, un acto de presencia cuando el daño ya está hecho. El resto del tiempo, los delincuentes mandan, gobiernan y hasta comunican y el gobierno, calla…Calla tanto, que su silencio ya parece complicidad.








